La isla by Ragnar Jónasson

La isla by Ragnar Jónasson

autor:Ragnar Jónasson [Jónasson, Ragnar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2016-10-28T00:00:00+00:00


22

ALEXANDRA

Eran ya más de las dos de la madrugada cuando acabó la juerga, por llamarla de algún modo. Habían estado sentados en el salón de la casa de cazadores, hablando del futuro, para variar. La oscuridad que antes había impregnado el ambiente iba cediendo poco a poco. La comunicación entre Benedikt y Dagur, sin embargo, seguía algo tirante a pesar de que se notaba que ambos intentaban disimular. Los cuatro se lo habían pasado todo lo bien que estaba en su mano, igualito que en los viejos tiempos, aunque era complicado ahora que faltaba una chica del grupo.

En cualquier caso, Alexandra se sentía como si todo hubiera estado bien durante un rato, durante una velada. Hasta ese momento había quedado claro cuántas cosas les faltaban por decir, cuántos asuntos por resolver, aunque resultaba difícil poner el dedo en cada uno de los pormenores.

Por supuesto, la bebida había ayudado lo suyo. Alexandra estaba achispada desde hacía un buen rato. Proporcionaba cierta sensación de bienestar encontrarse sentada allí con los amigos, tan increíblemente ajenos a la realidad, y beber sin preocupaciones.

—Me subo arriba —dijo Dagur, ya con cara de cansancio a pesar de estar sobrio—. Ha estado muy bien, chicos.

—Estoy de acuerdo —respondió Klara de modo algo atropellado; había seguido bebiendo bastante aunque ya habían terminado de cenar.

—¿Qué os parece la isla? —preguntó Benni, acomodándose en el sofá—. Es como estar en otro mundo, ¿verdad? Nadie ve nada, nadie sabe nada, todo puede ocurrir. Estamos solo nosotros y la naturaleza, solo nosotros y el océano. No podríamos ir a ninguna parte aunque quisiéramos; no de inmediato, siempre se tarda lo suyo en llamar para que vengan con la barca… Esta noche, esta madrugada, pertenecemos a la isla. —Hizo una breve pausa para luego añadir—: Y lo que aquí pasa, aquí se queda…

Miró un instante a Alexandra y ella entendió lo que insinuaba. Notó que se ponía colorada como un tomate e intentó evitar sus ojos. También tuvo mucho cuidado en no mirar a Dagur.

—Nadie sabe nada… —intervino Klara, pensativa—. Ese es justo el quid de la cuestión.

Dagur permanecía en la escalera. Daba la impresión de que quería esperar a ver lo que pasaba acto seguido, pero sobrevino un silencio completo. Alexandra sintió cómo la sombra volvía a cernirse sobre ellos.

Se puso de pie, con la esperanza de que el sonrojo hubiese más o menos desaparecido de su cara:

—Ha sido divertido, pero yo ya estoy cansada.

Era cierto. Se sentía fatigada y tenía ganas de relajarse en condiciones, de dormir hasta tarde. Ningún niño llorón, ningún peque dándole la lata por algo. Y ningún marido a quien tal vez ya no quería y a quien quizá nunca había querido… Lo que más deseaba era que Dagur pasase la noche con ella. No se atrevió a dar el primer paso, aunque decidió no dormirse de inmediato, sino quedarse tendida en la cama y esperar a ver.

—Yo no voy a poder dormir enseguida —aseguró Klara, más que nada para sí misma—. Hace una tarde tan bonita…, una noche tan bonita que no quiero perdérmela durmiendo.



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